Tecnología

Ada Lovelace y el algoritmo informático

En pleno siglo XIX, Ada Lovelace vio las posibilidades en la Máquina Analítica de Babbage, más allá de las cuatro operaciones aritméticas básicas. Así, teorizó sobre el primer algoritmo informático.

Por Redacción España, el 15/01/2021

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Una mujer fue precursora del primer algoritmo informático. Se llamaba Ada Lovelace y su trabajo supuso un importante impulso al avance de las Ciencias de la Computación. Sin embargo, su nombre no ha recibido todo el reconocimiento histórico que merece, al igual que el de otras matemáticas y físicas de los siglos XIX y XX, por ejemplo, Grace Hopper o Mary Hawes. Ahondamos en la vida y el trabajo de una de las matemáticas más importantes de su tiempo.

Ada Lovelace y la ciencia

Nacida en Londres el 10 de diciembre de 1815 con el nombre de Augusta Ada Byron, en 1835 se casó con William King-Noel. En 1837, éste recibió el título de conde de Lovelace. Como consecuencia, la científica decidió cambiar su apellido y pasar a llamarse Ada Lovelace.

Ada era hija de lord Byron, el famoso poeta. Sin embargo, apenas tuvo contacto con su padre, ya que, poco después que naciera, su madre, Annabella Noel-Byron, descubrió uno de los múltiples escándalos que el escritor protagonizaría a lo largo de su vida: tenía un affaire con su medio hermana, Augusta Maria Leigh.

Annabella se separó de su esposo e impidió que su hija se relacionara con su progenitor, bajo la amenaza de hacer público el incestuoso romance. Después, llevó a Ada por el camino de las ciencias y la apartó de toda relación con las artes, para borrar de ella cualquier rasgo que pudiera estar relacionado con el romanticismo de lord Byron.

En este afán, le inculcó las matemáticas, la llevó a conocer los mayores inventos tecnológicos de la época y la puso en contacto con científicos de renombre. De hecho, la científica escocesa Mary Somerville se convirtió en mentora de Lovelace precisamente gracias a la influencia de Annabella Noel-Byron.

Mary Somerville, mentora de Ada Lovelace

La primera vez que se utilizó la palabra "scientific" (científico/a) para hacer referencia a una persona fue con Mary Somerville (1780-1872). La suya fue una de las mentes más brillantes del siglo XIX, una época en la que el acceso a la formación estaba vetado para las mujeres.

Como no podía entrar en la universidad ni en asociaciones científicas de ningún tipo, Somerville aprendió sola. De manera autodidacta, se adentró en el mundo de las matemáticas, la física, la tecnología… y destacó como divulgadora científica por su capacidad para explicar la ciencia de manera sencilla.

Mary Somerville se convirtió en profesora de una joven Ada Lovelace. Fue su principal mentora en el campo de las ciencias y las humanidades (como pensadora multidisciplinar, Somerville también se había adentrado en el terreno filosófico, siempre abordado desde la base científica). Además, ambas mujeres cultivaron una fuerte amistad.

Gracias a su madre, Lovelace ya tenía un gran interés por las matemáticas. Somerville regó esa semilla, estimuló el intelecto de su padawan y la animó a sortear las barreras de a época para conseguir una formación sólida y, en última instancia, hacerse un nombre dentro de la historia de la ciencia (aunque ésta no haya otorgado, ni a Lovelace ni a Somerville, el mérito real que ambas pensadoras tuvieron).

Además de la reina de las ciencias del siglo XIX (así es como Somerville pasaría a la posteridad), otros grandes hombres de ciencias del momento fueron profesores de Lovelace, de nuevo, por iniciativa de su madre. Destacan entre ellos los reputados matemáticos William King o Augustus De Morgan.

Ada Lovelace y Charles Babbage

Como dice el refrán, "dios los cría y ellos se juntan". Los pensadores más destacados de la élite del siglo XIX se congregaban en fiestas y reuniones solo aptas para grandes mentes. En una de esas fiestas, en Londres, Lovelace conoció al francés Charles Babbage.

Contextualicemos un poco. Hablamos del siglo XIX. Aún estamos muy lejos de la primera generación de computadoras, pero parece que empieza a surgir un germen: hay un interés por la vinculación de las máquinas a las matemáticas, por la automatización de procesos.

Aquí es destacable el telar de Joseph Marie Jacquard, una máquina que automatizaba el tejido de brocados gracias a un sistema de tarjetas perforadas. Por cierto, una máquina que Ada Lovelace conoció en persona, en uno de los muchos viajes educativos que organizó su madre.

El telar de Jacquard fue una inspiración para Charles Babbage, que creó una máquina teórica que revolucionó las matemáticas de la época y las posteriores: la Máquina Analítica, una máquina pensada para ser capaz de realizar cualquier operación matemática de manera mecánica.

Tal fue la relevancia del invento que, más de cien años después, seguía teniendo una repercusión real: fue la base de algunos de los ordenadores más relevantes de mediados del siglo XX, como la Harvard Mark I (1944).

Pues bien, Babbage y Lovelace entablaron una amistad cimentada en su mutua pasión por las matemáticas y la ciencia. En 1842, Scientific Memoirs, una de las revistas científicas más importantes de la época, encargó a Lovelace que tradujera las ideas de Babbage sobre la Máquina Analítica. Estas ideas habían sido recogidas en un artículo del italiano Luigi Federico Menabrea.

Pero Ada no hizo una mera traducción. Sabiendo del talento y el conocimiento de su amiga, Babbage la alentó a que añadiera sus aportaciones propias. Así fue como nació el concepto de algoritmo.

El algoritmo de Ada Lovelace

Tras el texto traducido, Ada Lovelace añadió un apéndice en el que hablaba de un algoritmo capaz de ser procesado por la Máquina Analítica. El francés había desarrollado en profundidad de qué manera estaría diseñada su máquina y su funcionamiento básico, pero no había ahondado en otras potenciales aplicaciones prácticas. Ahí quedaba un hueco que la británica aprovechó.

Más allá de poder resolver las cuatro operaciones de aritmética simple (suma, resta, multiplicación y división), Lovelace expuso la manera de sistematizar la Máquina Analítica para hacerla capaz de resolver cualquier tarea, partiendo de los números de Bernoulli.

Simplificado, la británica ahondó en cómo insertar unas instrucciones para que la máquina no solo hiciera los cálculos matemáticos básicos, sino que también pudiera crear patrones algebraicos, como el telar de Josep Marie Jacquard creaba patrones de tejidos. En sus notas también anticipó conceptos como el de la subrutina o el bucle informático.

En resumen, Lovelace explicó cómo se programaría la Máquina Analítica y, en pleno siglo XIX y con solo 27 años, se adelantó a lo que serían capaces de hacer las máquinas, más allá de ser meras calculadoras. Lovelace desarrolló las capacidades que podría llegar a tener la Máquina Analítica explicando de qué forma el algoritmo se integraría dentro del invento de Babbage.

Muerte de Ada Lovelace

La Máquina Analítica no pasó de ser una máquina teórica, puesto que Babbage no consiguió la financiación que necesitaba para llevar sus ideas al terreno físico. Por tanto, ni las ideas del francés ni el potencial que Lovelace vio en el invento pudieron comprobarse en la práctica en aquel momento. No obstante, las aportaciones de ambos científicos fueron un pilar fundamental para el desarrollo de las Ciencias de la Computación.

Ada Lovelace falleció de cáncer de útero el 27 de noviembre de 1852, con solo 36 años. Paradójicamente, pidió ser enterrada junto a su padre.

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